Legaris Roble: un vino tinto que me sorprendió por su frescura y su frutosidad
La Ribera del Duero es una de las denominaciones de origen más prestigiosas de España, reconocida por sus vinos tintos de calidad, elaborados principalmente con la variedad tempranillo. Dentro de esta zona vinícola, hay bodegas que apuestan por la innovación y la personalización, sin renunciar a la tradición y al respeto por el terruño. Una de ellas es Legaris, que desde 1999 elabora vinos con carácter y elegancia, adaptados a los gustos de los consumidores actuales. En este artículo voy a contaros mi experiencia con uno de sus vinos más representativos: el Legaris Roble.
Cómo conocí el Legaris Roble
Todo empezó hace unos meses, cuando un amigo me invitó a una cata de vinos en su casa. Él es un gran aficionado al vino, y suele organizar estas reuniones con otros amigos para compartir sus descubrimientos y sus opiniones. Yo no soy un experto en vinos, pero me gusta aprender y disfrutar de ellos. Así que acepté su invitación y me presenté en su casa con una botella de vino blanco que me había recomendado en la tienda.
Cuando llegué, vi que había otras cinco personas, y que cada una había traído una botella de vino diferente. Había vinos blancos, rosados y tintos, de distintas zonas y variedades. Mi amigo nos dio la bienvenida y nos explicó las normas de la cata: íbamos a probar los vinos por orden, sin saber cuáles eran, y luego íbamos a comentar nuestras impresiones y a puntuarlos. El que acertara más vinos se llevaría un premio: una botella de un vino especial que él tenía guardada.
Me pareció un juego divertido e interesante, así que me apunté sin dudarlo. Nos sentamos en el salón, donde había una mesa con copas, agua, pan y queso. Mi amigo empezó a servir el primer vino, que era un blanco. Lo probamos y lo comentamos. Luego pasamos al segundo, que era un rosado. Y así sucesivamente, hasta llegar al sexto, que era un tinto.
Cómo caté el Legaris Roble
Cuando mi amigo nos sirvió el sexto vino, yo cogí la copa y la observé. Era un tinto con un color rojo cereza intenso, con ribetes violáceos y una capa media-alta. Era limpio y brillante. Lo acerqué a la nariz y lo olí. Me llegaron aromas intensos y frutales, que me recordaron a frutos rojos (cereza, frambuesa) y negros (mora, arándano), envueltos en los aromas propios de la barrica (vainilla, coco, tostados). Era un vino muy expresivo y varietal. Lo llevé a la boca y lo saboreé. Fue entonces cuando me pasó algo sorprendente.
El vino era equilibrado, sabroso y fresco, con una buena acidez, unos taninos suaves y un final medio-largo. Era un vino fácil de beber, pero con personalidad y carácter. Pero lo más sorprendente fue que el vino me gustó mucho. Mucho más de lo que esperaba. Mucho más de lo que solía gustarme un tinto.
Yo no soy muy fan de los tintos, sobre todo de los que son muy potentes o muy maderizados. Me suelen resultar demasiado pesados o demasiado secos para mi paladar. Prefiero los blancos o los rosados, que me parecen más ligeros y refrescantes. Pero este tinto era diferente. Este tinto era fresco y frutal, pero también tenía cuerpo y complejidad. Este tinto era redondo y equilibrado, pero también tenía carácter y elegancia. Este tinto era, en definitiva, un gran vino.
Cómo me sorprendí con el Legaris Roble
Cuando terminamos de probar el sexto vino, mi amigo nos pidió que dijéramos qué vino creíamos que era. Yo no tenía ni idea, así que me arriesgué y dije que era un Rioja joven. Los demás dieron sus respuestas, que fueron muy variadas: un Ribera del Duero crianza, un Toro roble, un Priorat joven, un Bierzo roble, un Navarra crianza. Mi amigo sonrió y nos dijo que estábamos todos equivocados. Nos dijo que el vino era un Legaris Roble, de la Ribera del Duero, elaborado con 100% tempranillo y con una crianza de 3 meses en barrica.
Yo me quedé boquiabierto. No conocía ese vino, ni esa bodega. Me sorprendió que fuera un Ribera del Duero, porque no me había parecido tan potente como otros que había probado. Me sorprendió que tuviera solo 3 meses de barrica, porque no me había parecido tan maderizado como otros que había probado. Me sorprendió que fuera 100% tempranillo, porque no me había parecido tan típico como otros que había probado.
Mi amigo nos explicó que el Legaris Roble era un vino que buscaba la máxima expresión frutal de la variedad tempranillo, sin renunciar a la complejidad y la redondez que aportaba la barrica. Nos dijo que era un vino elaborado con uvas procedentes de parcelas propias y de proveedores controlados, situadas entre 700 y 900 metros de altitud. Nos dijo que era un vino que costaba entre 7 y 9 euros la botella, y que tenía una excelente relación calidad-precio.
Yo le di las gracias por la información, y lo felicité por el vino. Le dije que me había gustado mucho, mucho más de lo que esperaba, que me había sorprendido por su frescura y su frutosidad, por su equilibrio y su elegancia, por su personalidad y su carácter, que me había hecho cambiar de opinión sobre los tintos, sobre los Ribera del Duero, sobre los tempranillos. Le di las gracias por hacerme descubrir este vino.
Conclusión
El Legaris Roble es un vino tinto que me sorprendió por su frescura y su frutosidad. Es un vino que expresa la tipicidad de la Ribera del Duero, pero con un estilo propio y diferenciado. Es un vino elaborado con 100% tempranillo, pero con una crianza de solo 3 meses en barrica. Es un vino equilibrado, sabroso y fresco, pero también con cuerpo, complejidad y elegancia. Es un vino fácil de beber, pero también con carácter y personalidad. Es un vino que me gustó mucho, mucho más de lo que esperaba. Es un vino que os recomiendo probar.