El Secreto del Monasterio de Las Viñas, Viñas Viejas

Hoy un amigo nos pasa una historia sobre un vino que hemos probado... Monasterio de las Viñas, Viñas Viejas. Como nos ha encantado ... la compartimos con todos vosotros.
Había una vez un monasterio situado en el corazón de la D.O. Cariñena, donde se elaboraba un vino excepcional con las uvas de las viñas más viejas de la zona. El vino se llamaba Monasterio de Las viñas Viñas viejas y era un tinto reserva, con un color granate intenso, un aroma complejo y elegante, y un sabor potente y equilibrado. El vino tenía una crianza de 12 meses en barricas de roble francés y americano, que le aportaban notas de vainilla, coco y especias. El vino era el orgullo del monasterio y solo se producía en pequeñas cantidades, reservadas para las ocasiones especiales. Los monjes guardaban el vino en una bodega subterránea, protegida por una puerta de hierro y un candado. Solo el abad tenía la llave y el acceso al lugar. Nadie más sabía lo que había dentro. Un día, llegó al monasterio un viajero cansado y hambriento, que pidió asilo y comida. El abad lo acogió con generosidad y le ofreció una habitación y un plato de sopa. El viajero le agradeció su hospitalidad y le preguntó por el vino que se elaboraba en el monasterio. El abad le contó que era un vino muy especial, hecho con las uvas de las viñas más viejas de la zona, que tenían más de 50 años. Le dijo que el vino tenía una calidad excepcional y que solo se bebía en las fiestas religiosas o en las visitas ilustres. El viajero se quedó intrigado por el vino y le pidió al abad que le dejara probarlo. El abad se negó y le dijo que el vino era sagrado y que solo podía ser compartido por los monjes. El viajero insistió y le ofreció dinero
a cambio de una botella. El abad se ofendió y le dijo que el vino no estaba a la venta y que no podía comprarlo con oro ni con plata. El viajero se enfadó y le dijo que era un egoísta y un avaro, que guardaba el vino para él solo y que no sabía compartir. El abad se sintió herido por las palabras del viajero y le ordenó que se marchara del monasterio al día siguiente. El viajero aceptó a regañadientes y se fue a su habitación. Pero no se resignó a irse sin probar el vino. Por la noche, cuando todos dormían, salió de su cuarto y se dirigió a la bodega subterránea. Había visto al abad entrar allí por la tarde y había memorizado el lugar. Llevaba consigo una ganzúa y una linterna. El viajero llegó a la puerta de hierro y trató de abrir el candado con la ganzúa. No fue fácil, pero al cabo de unos minutos lo consiguió. Abrió la puerta con cuidado y entró en la bodega. Encendió la linterna y vio decenas de botellas de vino apiladas en estanterías de madera. Se acercó a una de ellas y leyó la etiqueta: Monasterio de Las viñas Viñas viejas Reserva 2018. Sonrió con satisfacción y cogió una botella. Pero antes de que pudiera salir de la bodega, oyó un ruido detrás de él. Se giró y vio al abad, que lo había seguido hasta allí. El abad estaba furioso y le gritó: ¡Ladrón! ¡Has profanado el santuario del vino! ¡Has cometido un sacrilegio! El viajero se asustó y trató de escapar, pero el abad lo agarró por el cuello y lo tiró al suelo.La botella se rompió en mil pedazos y el vino se derramó por el suelo. El viajero sintió un dolor agudo en la mano y vio que se había cortado con un trozo de cristal. El abad lo miró con desprecio y le dijo: ¡Mira lo que has hecho! ¡Has desperdiciado el mejor vino del mundo! ¡Has ofendido a Dios y a los monjes que lo han elaborado con tanto esfuerzo y dedicación! El viajero se arrepintió de su acción y le pidió perdón al abad. Le dijo que solo quería probar el vino y que no tenía intención de robarlo ni de dañarlo. Le dijo que estaba dispuesto a pagar por el daño causado y a hacer una donación al monasterio. Le suplicó que lo perdonara y que no lo denunciara. El abad se calmó un poco y se apiadó del viajero. Le dijo que era un pecador y que tenía que hacer penitencia por su falta. Le dijo que lo perdonaba, pero que tenía que cumplir una condición: tenía que ayudar a los monjes a cuidar las viñas viejas durante un año. Solo así podría redimirse y aprender a apreciar el valor del vino. El viajero aceptó la condición y se quedó en el monasterio como un obrero más. Durante un año, trabajó duro en las viñas viejas, podando, regando, vendimiando y pisando las uvas. Aprendió los secretos de la viticultura y de la enología, y se hizo amigo de los monjes. También aprendió a rezar y a meditar, y se sintió más cerca de Dios. Al cabo de un año, el abad le dijo que había cumplido su penitencia y que podía marcharse. Le dio las gracias por su trabajo y le regaló una botella de Monasterio de Las viñas Viñas viejas Reserva 2019. Le dijo que era el fruto de su esfuerzo y de su arrepentimiento, y que esperaba que lo disfrutara con respeto y gratitud. El viajero se despidió de los monjes y salió del monasterio con la botella en la mano. Se sintió feliz y orgulloso de haber cambiado su vida. Se prometió a sí mismo que nunca más volvería a codiciar ni a robar el vino ajeno. Se propuso compartir el vino con sus amigos y contarles su historia. Así termina la historia del Monasterio de Las viñas Viñas viejas, un vino con leyenda que cambió la vida de un hombre. Si tú también quieres probar este vino y conocer su historia, visita su página web oficial: https://www.monasteriodelasvinas.com/. Allí podrás encontrar información sobre el vino, la bodega, los premios y las opiniones de los clientes. También podrás comprar el vino online o encontrar el punto de venta más cercano a tu domicilio. No lo dudes más y prueba el Monasterio de Las viñas Viñas viejas, el reserva del Cariñena que te cautivará. ¡Salud!